jueves, 16 de julio de 2020

Intento negrista - Norma

La mulata Francisca

Alegre mulatona de nombre Francisca,
de pelo electrizado, atado con un cordón,
cara redonda, con ojos color carbón,
nariz chata de aletas abiertas,
boca roja grande como un buzón,
cuentista, quejosa y acongojada,
de gran busto gelatinoso y danzante,
de gruesa cintura como el Ecuador,
donde nacía su fuerte cadera,
que cimbraba al son de alegre música.
Sus pies descalzos dejaban huellas en el patio de tierra,
donde siempre la seguía de aquí para allá,
un perro a lunares.
Después del colado de ropa –como ella decía–
la blanca ropa, quedaba tendida en el escaso pasto,
al sol o al sereno.
Al caer la tarde, se sentaba en su gastada silla,
armaba su cigarro de hojas,
dejando su mate de calabaza en el piso,
mientras un gato barcino,
lamía el azúcar que en este quedaba.
En su brasero, una negra marmita,
cocía dos choclos y un cacho de carne.
Cayendo el sol, entraba a su rancho,
a orillas de la laguna,
tiraba su negro cuerpo, en su catre de mimbre,
pensando en el día de mañana…
Mientras le daba las gracias a su querido Diosito.
Mi negra Francisca, de alegre mirar,
de sonrisa fresca y bailante caminar.

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