viernes, 18 de septiembre de 2020

La montaña energética - Norma

Alguien me dijo que unos hermanos vivían en un campo, por la zona de Córdoba, en un pueblo llamado Quebracho, y eran vecinos de un cerro al cuál llamaban "la montaña de la teta" porque la misma en la parte superior tenía la forma de un seno de mujer. La misma era muy energética.

Siguiendo mi impulso, subí al auto llena de expectativa, rodando por las rutas, amiga de la libertad.

Como ya dije Quebracho es un pequeño pueblo. Cuando llegué al campo bajé del auto y abrí la tranquera, luego de cerrar la misma, conduje por un sendero con espinillos, retorcidos caldenes salpicando el seco camino con verbenas de varios colores, que ponían distancia de las tunas de fuertes espinas que en ese momento estaban cubiertas de flores amarillas. Las rubias vacas charolais me miraban pasar, mientras lamían los bloques de sal.

Llegué hasta el molino dónde me estaban esperando los tres hermanos Ada, Ana y Paulino, que vivían en una casa opaca por el tiempo. A pesar del verano, la mañana estaba fresca, el sol tardaba en salir porque tenía que bordear el cerro, pero el limpio cielo anunciaba un día muy hermoso totalmente despejado , luego de unos mates, bastante conversados, tomamos el sendero que allí se inicia, Paulino me iba diciendo que había que pedirle permiso a la montaña para caminar por ella. La misma (según me dijo) era un campo energético que usaban ellos para sus sanaciones y que los portales los abrían de adentro hacia afuera. Paulino llevaba unas varillas para medir la energía de las mismas (me hizo acordar a Josué que con una rama que tenía la forma de horqueta encontró agua en pleno desierto, según el viejo testamento).

Me senté en una piedra atachada con forma de banco, de cara a la montaña. Para mi asombro, las varillas empezaron a girar cual molinillo. No sé si los portales se abrieron, pero a mi vista el campo se transformó, era como más verde, luminoso, el viento tenía una suave brisa refrescante, sentí canturrear el agua sin que hubiera un río cerca, Paulino me dijo que alrededor mío giraban pequeñas esferas de colores.

Aparentemente, me dio resultado la visita a la montaña, no sé si por el paisaje tan tranquilo, el silencio, las esferas, salí muy renovada, le agradecí a la montaña y desandamos el camino. El sol iba cerrando los párpados y emprendimos el regreso, acompañados por el trinar de los pájaros, el sonido del pasto, producido por algún bichito que se escondía a nuestro paso, escuchamos el ronroneó de un gato montés.

Me despedí de los hermanos, abrí la tranquera subí a mi auto, llevándome la Paz...y volví al bullicio mundano, aunque no sé por qué, más renovada.


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