El zorro, astuto y ventajero, quería aprovecharse del quirquincho y de su mansedumbre y le ofreció hacer un negocio juntos: él pondría el terreno y el armadillo su trabajo. Éste aceptó y el zorro le dijo que de lo que sembrara, lo que estaba arriba de la tierra sería suyo y lo de abajo, del quirquincho. Éste, que no tenía una púa de tonto, sembró papas.
Cuando fue la cosecha el zorro se quedó sin nada. Le propuso, entonces, que de la próxima cosecha lo de abajo sería suyo y lo de arriba del sembrador. Entonces, el quiquincho sembró trigo y el zorro fue nuevamente burlado.
El quirquincho, que no era rencoroso, le dijo al mal llamado rey de la astucia:
—Tú eres astuto y ambicioso pero yo soy inteligente y negociador. Si siguieses de esta forma el negocio, el que será rico con las cosechas seré siempre yo.
El zorro, que de marrón se había puesto rojo de furia, lo interrogó:
—¿Y qué debería haber hecho yo, según tu inteligencia?
—Deberías haberme hecho trabajar, puesto que el terreno era tuyo, y luego repartir las ganancias conmigo sin haberte cansado con la tarea. Los dos nos hubiéramos beneficiado. Te doy un consejo: no seas soberbio y abuses de tu ingenio ni tampoco subestimes a tu oponente.
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