sábado, 22 de agosto de 2020

Gracias, zorro - Adriana V

GRACIAS, ZORRO

Una famélica mañana en que gruñía el hambre desde hacía tiempo,el quirquincho y el zorro intentaban amigarse bajo un algarrobo. Pero sólo era una treta para olvidar más rápido las penurias. Y aunque los unía la misma necesidad, en el fondo, se vigilaban con recelo. Recorrían el lugar con sus patas, ojos, oídos y hocicos intentando encontrar alguna cosa viva o muerta para llevar al buche. Pero nada.

De pronto, una voz angelical inundó el aire. ¡Las orejas de los animales se alzaron como mástiles! Y vieron de inmediato que un pequeño niño bicicleteaba un carrito con una canasta que destilaba perfumes de vainilla, azúcar y harina calentitas. Ahí nomás, el zorro urdió su mejor estrategia para embaucar al niño. 

Por supuesto, el quirquincho también pensó qué hacer. El zorro que lo miró de reojo y con malicia creyó que era momento de deshacerse de su factible competidor. Tomó carrera y de una fuerte patada, cual pelota de fútbol, alejó al quirquincho del lugar. Pero con tanta falta de cálculo que cayó justito en medio de la canasta de las tortitas. 

Sacudiéndose la cabeza y con dolor de trasero el quirquincho vio que le habían ahorrado el trabajo pesado. Y feliz se iba en el carro del niño masticando y saludando con sorna a su querido amigo el zorro.

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