jueves, 13 de agosto de 2020

Intento nadaísta - Lidia

Cada amanecer
se convierte sólo en un símbolo,
porque vale más la noche
que trae una fuerza ardiente.
En la oscuridad
aparecen los fantasmas y los duendes
golosos en desenfrenados deseos,
expuestos, ante la luna
y las estrellas brillantes y titilantes.
Nadaístas
en plena rebelión,
con excesos,
sin logros,
sin recursos,
sin ambiciones,
dueños de la verdad
erosionando y moldeando,
viejos gestos y hábitos.
Nadaístas,
los homenajes
para todo lo contrario
a las rutinas,
a la armonía,
a otra realidad.
Sin intentar apreciar
el aroma de los jazmines,
la caricia y el abrazo de un niño,
el cantar de los pájaros,
el sol radiante,
el sonido majestuoso del mar.
Nadaístas
atropellan las consignas y el orden,
festejando y cuestionando las normas,
como si el libre albedrío,
incitara a lo desconocido.
Nadaístas,
¿estos sentimientos clandestinos
se traducen
en movediza y errónea felicidad?

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