Mi bisabuelo, un hombre de campo sabio y taciturno, solía contarme historias y relatos acerca de motivos que generalmente tenían que ver con la naturaleza. Amaba las plantas, las verduras y las frutas. Un día me contó cómo había surgido el nombre de Morón, nuestra querida ciudad, antes pueblo.
Su relato empezó así: En este lugar, antaño todo campo, había unas aras de caballos. Era este un pueblo sin nombre. Para referirse a él los pobladores lo llamaban La cabaña". Pero un día ocurrió algo inédito. Entre las plantaciones había una planta enorme de moras. Moras de las luces, hecha de granitos pequeños y sabrosos. Sin embargo, una mañana, debajo del árbol apareció una mora gigante.
Pasó un campesino y dijo "Uh, que morón, jamás he visto algo así". Y el fenómeno fue pasando de boca en boca. Hasta que en un momento, uno de los pobladores, a quien le encantaban las palabras dijo:
—Hermosa palabra morón. ¿Qué les parece instituirla como nombre de este, nuestro pueblo?
La votación fue unánime.
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