Historias secretas
Cualquier domingo a la tarde, paseo obligado si no llueve...
Cualquier domingo a la tarde, paseo obligado si no llueve...
Bajamos del tren Sarmiento en la estación Flores. Bancos de madera pintados de marrón oscuro de angostos listones sirven de descanso para quienes esperan la llegada del medio de transporte. Los fines de semana su frecuencia es aún más espaciada de lo normal. Las quejas frecuentes de los pasajeros por estas demoras son siempre insuficientes para provocar cambios.
Retornando la mirada hacia los bancos, en uno de ellos, infaltable, está Don Patricio. No tiene apuro alguno, sus horas transcurren allí día y noche. Todos lo conocemos, pero todos ignoramos su vida. Sin embargo, no faltan expertos en relatos, que se la van tejiendo. Su comunicación no es con el mundo que lo circunda. Su mente divaga, quizá en un pasado que lo tortura, que lo agota día a día y del cual no puede escapar por más que lo desee.
Es una constante el mirarse las manos fijamente y, de repente, dirigirlas hacia un costado como para que le pongan en ellas algo y luego de nuevo a la posición inicial. En cada movimiento su voz se torna más ronca y da órdenes: "Alcáncenme los fórceps”. “No se distraigan”. “Vamos, ayúdenme". "No, no...”.
Hay angustia, hay reproches...Describe la situación con palabras académicas. Sus ojos se desequilibran. Parece sostener con sus brazos algo en alto, por encima de sus hombros, al que golpea con fuerza insistente con su mano derecha, esperando tal vez una respuesta que no obtiene. En ese instante esos mismos ojos se cubren de lágrimas...
Cada domingo, sin variantes, la misma historia. A su lado lo acompaña una caja intacta con un extraño cartel: “Se venden zapatos de bebé: nunca se usaron ".
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