sábado, 22 de agosto de 2020

La trampa de Guadalupe - Lidia

En un tranquilo pueblito llamado Quirimilí, el tiempo parecía interrumpido, había parado de llover, después de una noche muy calurosa.

Hasta allí había llegado un lobo solitario y andrajoso que dio vueltas y vueltas. Después de una larga caminata, se acostó al reparo de un árbol frondoso. Con sorpresa, detrás de una piedra, vio asomarse y caminar hacia él un bulto peludo, con patas anchas y andar pesado.

Se presentaron así, sin vueltas:

-          L: Soy un lobo muy astuto y cuando me enojo aúllo muy fuerte.

-          Q: Yo soy un quirquincho y sé protegerme con mi fuerte caparazón.

-          L: Alguien está preparando algo muy rico…

-          Q: Sí, es Guadalupe. Está cocinando deliciosos panecillos y jugosas empanadas.

-          L: Despiden olores y aromas muy muy abundantes, estoy con mucho hambre.

-          Q: Me pasa lo mismo, compadre.

Por su parte, la joven mujer, Guada, se había levantado muy temprano para amasar. Sacó del horno a leña lo elaborado y lo acomodó prolijamente en un canasto tapado con un coqueto mantel. Hacía tiempo que esperaba ese día, con mucha ilusión, porque en el pueblo se realizaba una feria y esperaba hacer buenas ventas con sus empandadas y panecillos.

Mientras se preparaba, coqueta, para partir, vio muy cerca de la canasta al lobo que se aproximó sigilosamente porque pensaba llenar su panza. Logró alejarlo con anchas rodajas de pan de campo. Sin embargo, sorprendida, vio que lo estaba esperando, para compartir el botín robado, el viejo y misterioso quirquincho, feo, muy  feo y muy peludo. Se acercó hacia ellos y con astucia les propuso hacer un juego junto al arroyo y, como premio, el ganador comería empanadas.

El lobo le dijo que quería refrescarse y luego participar. Así invitó a su compadre a hacerlo también. Mientras esto decía, una corriente lo fue empujando hacia la otra orilla. El peludo, acostumbrado a hacer cuevas en la tierra, desconocía estar en el agua, aunque con tal de comer, esperó. Pero se enredó en una piedra y después en otra, hasta que la corriente lo arrastró… Guadalupe los perdió de vista…

Y colorín, colorado, este cuento se ha terminado, con los ladrones, en otro lado.

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