En los relatos “La casa de Asterión” de Borges y “Casa tomada” de Cortázar, ambos autores presentan un pequeño espacio en el que, ya sea por voluntad propia o no, los protagonistas están encerrados. En el cuento de Borges, además de recrear el mito del minotauro, la casa de Asterión es un laberinto que la criatura considera como su morada. Pese a estar encerrado, no cree que el laberinto sea una cárcel: “otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura?”. Rodeado de muros, y consciente de su aislamiento, prefiere quedarse en el interior del laberinto que acceder al exterior. Anteriormente había llegado a salir, pero decidió volver “por el temor que me infundieron las caras de la plebe”. Asterión prefiere refugiarse en su hogar (“es verdad que no salgo de mi casa”) del mismo modo que Irene y su hermano son incapaces de abandonar la casa en la que viven: “a veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos (…). Nos moriríamos allí algún día”. Más allá de la extraña relación entre los dos hermanos, podemos ver cómo tampoco ellos son capaces de abandonar su hogar. En ambos casos, el lugar en el que viven es la única realidad que conocen. La casa de Asterión “es del tamaño del mundo: mejor dicho, es el mundo”. En gran medida, ni los hermanos ni Asterión tienen conocimiento de aquello que hay en el exterior y están demasiado vinculados con el hogar que habitan.
Los tres personajes están envueltos por un manto de soledad. Asterión, tras saber que un día llegará un redentor (su verdugo), dice “desde entonces no me duele la soledad”. Llena las horas con extraños juegos que le distraen y demuestran el universo de incomunicación al que está condenado: jugar a estar dormido, saltar y hacerse sangre, imaginarse otro Asterión… Actividades eminentemente solitarias y en las que se imagina compañía. Irene y su hermano, aunque acompañados el uno del otro, también se encuentran solos. Sus dos actividades, tejer y leer, son también solitarias. Así, aunque acompañados, los dos hermanos también están recluidos en una prisión que evita cualquier comunicación con el exterior. Pese a eso, en ambos casos los protagonistas ven cómo su espacio intenta ser invadido desde el exterior. En el cuento de Asterión “cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo les libere de todo mal” y, entre ellos, el mismo Teseo. En este caso el minotauro es capaz de dar muerte a los intrusos hasta que, finalmente, el héroe griego lo mata a él y, en cierta manera, lo expulsa de su hogar a la vez que lo redime de su soledad. En “Casa tomada” nos encontramos con unas extrañas voces que, poco a poco, van tomando el control del lugar y, con el paso de los días, los dos hermanos verán limitado su acceso a la casa. Finalmente, también ellos tendrán que abandonar el hogar: “antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”. Vemos, por lo tanto, cómo la casa y el laberinto son dos espacios cerrados que, de una forma u otra, serán invadidos. Ni los hermanos intentarán echar a estas voces ni Asterión detendrá a Teseo: “¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió”.
El hecho de que los personajes estén aislados en su hogar implica que toda su realidad se ve reducida a aquello que les rodea. Cuando las extrañas voces han tomado la casa, sus tareas se ven afectadas: “yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo”. Los hermanos y el minotauro realizan actividades para ‘matar el tiempo’, esperando a que ocurra algo que los libere de esta prisión. En el caso de Asterión, encerrado contra su voluntad, espera a un redentor que lo saque del laberinto. Los hermanos, encerrados en la casa familiar por decisión propia, esperan que las voces que invaden el hogar se desvanezcan para poder seguir compartiendo su celda. El minotauro quiere salir, los hermanos desean quedarse. A pesar de esta diferencia, Borges y Cortázar coinciden en dibujar este espacio cerrado como una prisión, una celda en la que los personajes están condenados a la soledad. Sin embargo, aunque hablemos de ‘prisión’, también hemos visto que los personajes tienen cierta autonomía. El narrador de “Casa tomada” puede salir del hogar para ir a comprar lana y hojear libros, pero una vez la casa empieza a ser invadida, tiene que quedarse. El mismo Asterión ha llegado a salir de su casa, aunque decidió volver por el miedo que le infundían los demás. El minotauro abandona su hogar y aterroriza a aquellos con los que se encuentra, pero ante esta reacción, él también se siente amenazado y decide volver al lugar donde se siente seguro. De este modo, Asterión vive en un espacio que no considera como una cárcel, y aunque haya decidido no volver a salir, aquello que realmente espera es un redentor que le permita abandonar el lugar. En cierto modo, Irene y su hermano viven encerrados en una casa de la que, poco a poco, irán perdiendo el control. No es hasta el final del cuento cuando, obligados por la situación, deciden salir a la calle y abandonar su realidad. Por lo tanto, es significativo que ambos cuentos coincidan en mostrar a unos personajes encerrados en un espacio del que, finalmente, son expulsados y no abandonan por acción propia. De este modo, ambos relatos presentan un contexto similar: un espacio limitado que impide conocer la realidad exterior. Metafóricamente es una imagen que puede acercarnos mucho a la idea de ‘realidad’ y de cómo, aunque lo intentemos, somos incapaces de conocerla en toda su totalidad. Aquello que nos es familiar es solamente una pequeña parte, un espacio nimio comparado con aquello que hay en el exterior y, por lo tanto, la soledad es la verdadera compañera de Asterión y de los dos hermanos.
Tanto Borges como Cortázar proyectarán lo fantástico a partir del aislamiento de los protagonistas, aunque lo harán de forma distinta. En “Casa tomada” lo fantástico irrumpe en la realidad, mientras que en “La casa de Asterión” es ‘lo real’ aquello que se adentra en lo fantástico. A pesar de que hayamos visto cómo lo sobrenatural no es un elemento lo suficientemente exacto para definir lo fantástico, en estos relatos aparece de manera muy clara: las extrañas voces que Cortázar no define y el mítico minotauro Asterión. De este modo, en el caso de Borges lo sobrenatural está en el interior del laberinto, y en “Casa tomada” lo sobrenatural es aquello que se adentra en la casa. No es casual. En los relatos de Borges es común encontrar este elemento sobrenatural encerrado: Funes está lisiado y no puede salir de su casa, el laberinto de “El jardín de los senderos que se bifurcan” se encuentra en un libro de Ts’ui Pên, el Aleph es una esfera que encontramos en un sótano… Asterión está preso en un laberinto. Lo fantástico se encuentra en ‘lo real’ y, por lo tanto, no podemos racionalizar ninguno de los dos elementos. Cortázar verá cómo lo fantástico irrumpe en una realidad que nunca acabamos de conocer del todo: “la realidad cede y una fisura abierta en su materia nos deja entrever lo otro”. No conocemos las voces y no sabemos de dónde vienen y vemos cómo irrumpe en nuestra cotidianidad un elemento que nos perturba: desconocemos el funcionamiento de un mundo que permite al protagonista de “Una flor amarilla” verse a sí mismo en el pequeño Luc o creer encontrarnos de nuevo con Celina en “Las puertas del cielo”. Por consiguiente, “Casa tomada” y “La casa de Asterión”, además de coincidir en mostrar la idea de ‘casa’ como imagen de aislamiento, son buenos ejemplos de cómo Borges y Cortázar entienden la relación entre ‘lo real’ y lo fantástico. En ninguno de los dos autores son elementos que podamos separar y, tal como nos lo plantean, lo fantástico siempre tiene un lugar en ‘lo real’.
FUENTE: Bastida Vergés, Lluis. "El concepto de lo fantástico en los cuentos de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar".
CUENTOS:
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