El trabajo de Nora puede leerse haciendo click acá.
Este blog funciona como archivo de los trabajos que los estudiantes del Taller de Lectura Creativa van realizando y comparten durante el curso 2020. El Taller de Lectura Creativa forma parte de la oferta de la Universidad de Adultos y Adultos Mayores de la Municipalidad de Morón desde el año 2019.
viernes, 25 de septiembre de 2020
Un lobisón distraído - Lidia
Hace ya muchos, muchos años, en el pueblo de Bella Vista, Provincia de Corrientes, vivía una familia conformada por una bella y armoniosa mujer, descendiente de una tribu guaraní, y su esposo, un criollo prometedor, que con certeza fue armando un porvenir junto a sus siete hijos varones.
Al nacer Gervasio, el séptimo hijo varón, la madre, con infinito respeto ante ese misterioso invisible cobijado en su memoria acerca de la enfermedad que podía heredar y transformarlo en un lobizón los martes o viernes de luna llena, acudió al hechicero de la tribu y, con dolor, buscó saber si debía aceptar esa maldición o aventurarse a una curación que rompería tan perturbador hechizo. La honrosa respuesta del brujo reconocía una alternativa: si se cuidaba y no salía en esos dos días al encuentro de la luna llena, su vida transcurriría, con paciencia y medida vigilancia, en total normalidad.
El joven creció alto, delgado, haciendo las tareas familiares y dedicado al cultivo, ya que la zona donde vivían gozaba de una peculiar geografía, una península que desembocada en un río. Por esos días, venía a visitar a sus tíos la sobrina de otro vecino y todo el pueblo acudió al festejo de una celebración popular el sábado por la tarde que se realizaba una vez al año. Allí se conocieron Itatí y Gervasio y se fue perfilando un romance silencioso que iluminaba sus gestos y pensamientos.
Con mucha audacia y sin esperas, decidieron sellar como símbolo del amor, un futuro prometedor y la esperanza de la pertenencia para siempre. Y así transcurrían los días, trabajando la tierra que les proporcionaba sustento y progreso, al cobijo del amor insaciable y profundo que los unía.
Pero una noche muy muy calurosa, la joven pareja salió a la galería de su hogar y, sin planes de tiempo, permanecieron conversando. Él quería regalarle las estrellas del hermoso cielo. Se refrescaban, las horas pasaban sin retorno, en plena espera para ir a descansar y terminar el laborioso viernes.
De pronto, ante ellos apareció la luna llena, que Gervasio miró fijamente y que lo atrajo. Fue el momento más oscuro de su vida. Sintió que su cuerpo se cubría de gruesos pelos, su cara se deformaba, sus orejas crecían, sus brazos se transformaban en patas y huyó, dando fuertes alaridos hacia el monte. Itatí, sorprendida, sólo vio partir una sombra oscura, sin saber que era su Gervasio y se quedó sentada refrescándose con el agua de lluvia que juntaban en un barril.La mamá de Gervasio presintió lo que sucedía y, como vivía a pocas leguas, se acercó a acompañar a la joven mujer. Entonces le contó acerca de la triste leyenda del séptimo hijo varón.
Con los primeros rayos del sol, Gervasio apareció andrajoso, sucio, mojado, lastimado todo su cuerpo, cansado y sin contar qué fechorías había realizado. Se recostó a los pies de su amada, ella con los ojos llenos de lágrimas lo acariciaba, con un amor arraigado desafiando cualquier descripción. Y así, en un enorme silencio, él partió hacia otra dimensión abrazado por su bella y querida Itatí.
La leyenda salteña del lobisón - Rosa
A raíz de mi trabajo periodístico por varias provincias, me solicitaron que, además de los videos para la televisión, hiciera una reseña sobre qué me había impactado más en mi recorrida. Sin dudarlo, dije que el contacto con la gente de las afueras y las coincidencias que encontré en sus creencias y saberes populares. Lo más significativo: las leyendas. El tema preponderante: El hombre lobo. Me explicaron que las causas por las que un humano se convierte en Lobizón son múltiples.
- Ser el séptimo hijo varón y mirar la luna llena
- Ser el séptimo hijo varón y no ser bautizado.
- Beber en el mismo lugar donde lo hizo un lobo.
- Ser mordido por otro hombre lobo, etc., etc., etc...
En Salta, escuché una leyenda que elegí para contarles y me fue dicha por una anciana que vivía en las afueras de la ciudad de Iruya, cerquita de Jujuy, a donde yo me dirigía. La mujer estaba sentada a la vera del camino en una silla medio rota, vendiendo unas artesanías rudimentarias. Paramos el automóvil para comprar algo y con la intención de incluirla en mis reportajes. Así, me enteré de su desgracia y aquí la cuento. De esto habían pasado alrededor de cuarenta años.
Tomasa tenía seis hijos varones y estaba embarazada. Rezaba a los santos y a la Pacha Mama para que fuera niña. En ese lugar, creían que el séptimo hijo varón se transformaría en lobo cuando hubiera luna llena y él la mirara, entonces le aconsejaron que si tenía un varón, no saliera de su casa en luna llena y que se apurara a bautizarlo. Tomasa tuvo un varón que llegó a los quince años sin la maldición, eso sí, sin salir y mirar la luna llena.
Una noche de mucho calor y luna llena, estaban los hermanos y padres en el patio de tierra comiendo y charlando. De pronto, se produjo un incendio dentro de la casucha con techo de paja. Venancio, que así se llamaba el muchacho, salió al patio para no ser preso de las llamas.
El grito de Tomasa llegó tarde y el muchacho sin quererlo miró el cielo y vio el enorme disco plateado. De inmediato sus dientes, garras y vellos crecieron y de su boca salió un alarido. Todos huyeron pero el hombre lobo ya había matado a dos de sus hermanos. El padre tomó la escopeta y para salvar a su familia sacrificó a su hijo Venancio que, ya en el piso y ensangrentado, recobró su forma humana. El padre murió de pena, los hermanos dejaron la casa al casarse y Tomasa quedó repitiendo, a todo el que paraba en su rancho, la triste historia de Venancio, el lobizón.
El Jacinto - Norma
El Jacinto
Estábamos esquilando las ovejas en una mañana muy oscura que amenazaba tormenta sureña. Los gritos de fuerza de los muchachos nos impidieron oír y ver su llegada al galpón. Era algo alto, vestía bollos de ropa rota, algunas espinas habían surcado su cara, lo mismo sus manos de tiempo sin lavar, su cabello tusado acomodado por el viento abrochado de abrojos, se veía que la angustia y la soledad se habían adueñado de él. Pidió permiso “para refugio de techo" a los muchachos que sudaban esquila.
El capataz le dijo:
—Lávate en el jagüel. Y ahí tienes la matera, serví pa algo.
Dijo llamarse Jacinto. Su familia era el camino. Me presentó unos papeles tan sucios y gastados que no parecían documentos.
A la mañana siguiente, le pregunté al capataz:
—¿Qué hago?
—Déjelo ahí, no ocupa lugar, durmió en la matera enroscado como un perro en el rincón.
Era güeno pa el trabajo, lo que le decían, hacía: pelaba papas, trozaba carne. El carnicero estaba contento porque le agilizaba el trabajo, era buen mandadero. Y a la hora de la mateada hacía unas galletas fritas con grasa y harina que contentaba la panza de los ovejeros.
De vez en cuando desaparecía."Lo barrió el viento", decía el carnicero. Y cuando volvía era una piltrafa humana. Le preguntaba:
— ¿Dónde estuviste Jacinto?
Y él también me decía “me barrió el viento, patrona".
—Esta será la última, la próxima, no regreses.
El capataz lo mandó a enterrar un par de ovejas “porque anoche tuvimos la fiera visita de los lobos” y seguimos trabajando.
Esa noche lo invité a que durmiera en los dormideros de la peonada porque, terminada la esquila, se habían retirado a otros campos, pero me dijo:
—No, patrona, estoy bien durmiendo en el rincón de la matera.
Los balidos de las ovejas eran más fuertes que el silbido del viento en los techos de chapa. El capataz, con su escopeta, y yo, con mi linterna, nos reunimos en el patio. La luna llena nos permitió ver, a través de los espinillos y los cardos enrulados que rodaban por el viento, al lobo que estaba abrazado a una oveja haciendo sus fechorías. Un escopetazo retumbo en la noche, la sangre corría despacio por la tierra cubierta de blanco por las primeras nevadas. El capataz tenía todavía la escopeta humeante, yo lo alumbraba con la gruesa linterna, el espeluznante escenario con que se encontró nuestra vista nos hizo caer de rodillas con fuertes e incontenidas arcadas: el lobo emparejado con la oveja se iba convirtiendo en el Jacinto.
El lobisón - Mirta
Ermelinda y Juan se conocían de pequeños, vivían en Corrientes. Cuando se hicieron adultos, se unieron y se fueron a vivir a un humilde ranchito hecho con sus manos a orillas del Paraná. Juan era pescador y el río le brindaba su sustento: lo que pescaba, lo vendía. Y ella era hábil para tejer cestas, bolsos con fibras que extraía de un arbusto del lugar.
Poco a poco, fruto de ese amor empezaron a llegar los hijos, seis varones. Finalmente Ermelinda cursaba un séptimo embarazo las comadronas del pueblo la miraban de reojo.
—Ermelinda, ¿y si es un varón?
Y ella contestaba ilusionada
—Es una nena, lo sé.
Los murmullos crecían a su paso.
Finalmente llegó el día o, mejor dicho, la noche. La luna en todo su esplendor parecía caerse del cielo. Vino la comadrona a ayudarla y cuando vio que estaba ayudando a nacer a un varón, se estremeció, se le acercó y le dijo a Ermelinda:
—No permitas que la luna le dé en la cara.
Pero la luna en su recorrido mandó su luz que pasó por la ventana y dio en la cara del niño.
Pasaron los años y no pasó nada con ese séptimo hijo varón. Sin embargo, su aspecto era enfermizo: la piel amarillenta, la mirada turbia.
Cuando cumplió los quince, cierta noche de luna llena, salió corriendo de su rancho y se internó en el monte. Ermelinda y Juan corrieron tras él, viendo lo que no querían ver: se transformó. Su cuerpo se llenó de pelos, sus ojos eran como chispas de fuego, parecía haber crecido, sus manos parecían garras y, lo más terrible, aullaba mirando la luna y la seguía con sus ojos desorbitados hasta que la descubrió en el río. Se lanzó al galope cayendo por la barranca hasta el río, que tenía la luna en sus aguas. El río con sus brazos turbulentos lo envolvió. Nunca se encontró su cuerpo, la luna en el agua no lo devolvió.
El lobisón
La leyenda del hombre que se transforma en lobo es muy antigua en la tradición occidental. En la Edad Media tuvo un recrudecimiento indescriptible en la sociedad europea. Aunque en España era conocida, a la Argentina ha entrado por el Brasil a la región guaranítica. Lo documenta el nombre lobisón, que ha tomado, derivado del portugués lobis-homen. La creencia general es la de que el séptimo hijo varón de un matrimonio, nace con la fatalidad de transformarse en un animal, los días martes y viernes; es común que se transforme en un perro —no hay lobos en Sudamérica. Un perro que ataca a los hombres y a los perros.
Está tan extendida y arraigada la creencia que en todas partes de la región encontramos narradores que nos dan su versión. El tema da para un largo y minucioso estudio (Vidal de Battini lo realizó en una conferencia que se publicó en una Revista de Folklore).
Entra en el Grupo III de la Clasificación Internacional.
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Lobisón, del portugués lobis-homen. El nombre ha tomado, en la región guaranítica, otras formas como veremos en algunas versiones. Teniendo en cuenta su origen, Vidal de Battini la escribió con s y no con z como es frecuente en el país.
A continuación, presentamos algunas versiones de diferentes zonas del país de esta leyenda:
EL LOBISON
Nuestro vecino, a la noche, a la medianoche, sintió que los perros estaban ladrando. Se levantó a ver qué era. Y vio que el lobisón entró en la quinta de él. Y la señora le dijo si no quería el fusil. Y él le dijo que no le traiga porque no se tiene que matar si no tiene la bala bendecida en tres iglesias. Y tampoco dijo que la linterna iba alumbrar, porque si no tiene la pila bendecida, no alumbra. Y el señor lo vio que salió y se revolcó en la arena, y como un perro se levantó y se jue derecho al cementerio. Y lo viernes y lo sábado sale eso. A la medianoche sale. Ese es el lobisón. Todos saben.
Juan León Pereyra, 14 años, C. Fontana. Patino.Formosa. 1952.
Oyó el relato a numerosas personas.
EL LUISOME
Cuando hay una mujer que tiene siete hijos varone seguido el último es luisome, y si son mujeres, la última es bruja. Y es mismo, porque yo vi de un hombre alto, flaco, pálido, que tenía la uña larga y sólo quería come yerba. Será mismo porque todos los viernes, de noche, se escapaba de la casa, y dice que ía al cimenterio a come dijunto. Y al otro día tenía los dientes colorado, de come dijunto.
Un día, yo vi de un perro grandote, que salía al trote y batía las orejas y golpeaba los diente, y era él mismo, el luisome.
Y el luisome se hace, de hombre, perro. A las doce en puntito de la noche, se va en donde duerme las gallina, y bien desnudo, se regüelca en el estércol, y ya sale el perro. Y después de madrugada, güelve él, otra vez, y hace lo mismo para salí hombre. Y no hay que mátale porque si le salta la sangre a uno, él no es más luisome, y uno queda en lugar de él.
Ana Ponte, 75 años. Santa Ana. Candelaria. Misiones. 1952.
Lugareña rústica.
EL LOBISOME O LOBISÓN
Cuando en una familia nacen siete hijo varone seguido, el sétimo tiene un maleficio que lo hace lobisome o lobisón. Cuando el muchacho tiene cierta edá, a la media noche de los vierne se transforma en perro, en chancho o en un animal que se parece a lo do. Sale por las calles del pueblo, mata a lo niño que no están bautizado, ataca a los hombre y a las mujere. Los perro no le pueden hacer nada, se asustan, gruñen y se esconden. Las bala no le hacen nada. Sólo una bala bendita le puede entrar en el cuerpo.
Hay un modo de curarle el embrujo que tiene desde que nace, y es herirle, Cuando le brota sangre se cura. Un hombre muy valiente puede hacerle esto con el cuchillo, y en forma que el lobisome no se dé cuenta, que no lo vea, porque lo ataca y lo mata. Entonce toma la forma de cristiano y se porta como muy agradecido. Pero, por otra fatalidá que le queda, tratará por todo lo medio de mata al salvador y a su familia. Por eso, claro, nadie se anima a herir al lobisón para salvarlo del embrujo. El embrujo se cura sólo si le sacan la sangre.
Ángela P. de Modú, 69 años. Santa Lucía.
Lavalle. Corrientes. 1950.
EL LUISÓN
El luisón me salió a mí una noche en tiempo de verano. Yo venía de Mojones con carro con carbón. Llegué a mi casa. Al lado de mi casa puse el carro y yo me acosté a las varas, al costau. Yo tenía tres perros: un ovejero, un barbilla y un galgo. Entonce armé la cama, me acosté y me tapé con poncho fino. Por áhi me dio gana de jumar. Taba jumando. Me pasó por mi cara una sombra de perro y no le vi de orejas. Llamé mis perros, ¡Cual! ¡Chirola! ¡Cúchalo! Los perros no lu habían sentido. Se levantaron, me atendieron que los mandaba pa que corrieran eso. Si acercaron un poquito, lo miraron y recularon pa atrás, se asustaron. Me levanté, le eché los perros que encararon y juyó. Y el bicho no gritaba por nada. Los perros le hicieron corralito pero juyó no más, no sé como se jue. Los perros andaban toriando pero se echaron y se durmieron. Y volvió. Y agarré las apargatas. Yo le tiraba las apargatas. Y le volvía a tirar y se volvía otra vez el bicho. Los perros le tenían miedo y hacían como un gruñido y no lo atropellaban. Y ya no dormí más. Yo me di cuenta en seguida que era el luisón. Yo tenía facón y cuchillo. Y saqué el facón con una mano y el cuchillo con la otra. Y ya hice como que lo iba a cortar. Y ya 'taba como clariando la madrugada. Cuando el bicho me vio con el facón juyó y no volvió más. El facón tiene cruz y ese lo puede cortar.
Al otro día yo conté y todos se dieron cuenta que era el luisón. Y un vecino me decía:
—Si lo corta con el facón, el tipo se manda a cambiar y no vuelve más. Con las balas no si hace nada. Sólo la bala bendecida le dentra. Este bicho ya li ha salíu a otros. Porque usté es valiente no li ha hecho nada.
Y así aprendí a correr al luisón que es tan peligroso. Más o menos se sabía quien era el hombre que si hacía luisón, pero nadie podía hacer nada. Es un hombre que ha nacido el último de 7 hermanos y cuando se hace bicho es muy malo.
Héctor Osear Achor, 19 años. Villaguay. Entre Ríos. 1961.
El narrador es peón de campo. Trabaja en
la quema del carbón vegetal.
EL BISÓN
Bueno, acá, también como en muchas partes, hay familias creyentes de que el sétimo hijo de la familia, el hijo varón por supuesto, que hay ciertos días de la semana, los martes y viernes, se convierte en bisón, que viene siendo un lobo. Que aparece y a veces asusta a la misma familia. Que mata, que en fin, es temible, en una palabra. Se lo puede curar por medio de algún curandero, de algún payé, de esos que hacen, no sé, algunas personas. Pero acá hay creencia de que sí, que existe. Y que ha aparecido, dicen algunas familias.
Aníbal Aldana, 50 años. San Pedro. Buenos Aires. 1969.
Marinero. Nativo de San Pedro. Todos sus cuentos los narra
en las islas del Delta del Paraná, sobre el Brazo Baradero.
miércoles, 23 de septiembre de 2020
Leyendas y elementos del paisaje
Leyendas y elementos del paisaje Por Nora Alessandrini
Una leyenda es una narración sobre hechos sobrenaturales, naturales o una mezcla de ambos que se transmite de generación en generación de forma oral o escrita. Todo elemento o personaje que se nombra tiene un valor simbólico para la comunidad que posee esa leyenda.
La leyenda sobre un elemento, fenómeno o lugar significativo del paisaje se relaciona con la historia, la tradición, la cultura, los valores y la identidad de la comunidad que vive en él.
El paisaje es la dimensión observable y fisonómica del territorio, es decir, el modo en que se presenta a los sentidos (Santos, 1994). Los paisajes exhiben los aspectos visibles que ofrecen al lugar rasgos particulares y singulares. En ellos se combinan elementos étnicos, culturales e ideológicos de las comunidades que lo habitan (Gurevich, 2005). En cada momento histórico, los territorios y paisajes cobran significados diferentes. Esto supone considerar históricamente sus componentes sociales y naturales, las relaciones entre ellos, y los actores sociales (Morales y Da Costa, 1993). Este entramado muestra en una perspectiva histórica el valor material y simbólico de los objetos del paisaje. Las leyendas sobre estos elementos o fenómenos naturales revelan las condiciones sociales, económicas, culturales, políticas, tecnológicas y ambientales de la época en que fueron creadas.
Las Ciencias Sociales descubrieron a principios de la década del 1960 la percepción subjetiva de la realidad. Se descubrió que los individuos y los grupos sociales poseen una percepción sesgada de la realidad, en función de sus valores culturales, sus experiencias, sus aspiraciones. La Geografía de la Percepción plantea que el hombre decide su comportamiento espacial no en función del medio geográfico real, sino de la percepción que posee de él. (Cordero y Svarzman, 2007). Cada individuo tiene una imagen del espacio que habita, un mapa mental, en la que están los elementos y fenómenos significativos desde las dimensiones psicológicas y sociales.
Por lo tanto, las leyendas sobre elementos o fenómenos naturales del paisaje potencian el valor simbólico de los mismos e influyen en su percepción.
Leyenda | Ubicación | Elementos /fenómenos naturales | Explicación según la leyenda | Mensaje |
El niño y la piedra | Cuesta del Viento, San Juan | Río Jáchal Cuesta del Viento Viento Zonda | Una madre para castigar a un hijo desobediente, con un palo formó un remolino de viento (Zonda) que elevó al niño hasta la parte alta del cerro, donde se convirtió en piedra (Cuesta del Viento). . | Dios castiga a los niños malos con la madre. |
El Cerro Chañi | Cerro Chañi, Jujuy | Cerro Chañi Neblinas, nevadas, viento blanco, temporales y falta de oxígeno, fenómenos que se producen en el clima de alta montaña | El Cerro Chañi se enoja cuando extraños exploran o cazan vicuñas. El cerro cuida las riquezas del pueblo antiguo que lo habitó antes del Diluvio. | Respetar y proteger las riquezas arqueológicas y naturales del cerro. |
El torito del lago Lácar | Quila Quina, Neuquén | Lago Lácar Fenómeno que ocurre en las aguas del lago (tal vez un viento fuerte que produce olas o remolinos) | Cuando aparece en las aguas un animal como un toro en el lago, con grandes ruidos, se produce un crudo invierno. | Observar los fenómenos naturales que permiten pronosticar el tiempo. |
Bibliografía
CORDERO, Silvia y SVARZMAN, José (2007), Hacer Geografía en la escuela, Buenos Aires, Novedades Educativas
GUREVICH, Raquel (2005), Sociedades y territorios en tiempos contemporáneos, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica
MORALES, Antonio (1994), Meio Ambiente e Ciências Humanas, San Pablo, Hucitec y DA COSTA (1993), Wanderley, Geografía Crítica, San Pablo, Hucitec
SANTOS, Milton (1994), Técnica, espaço, tempo, San Pablo, Hucitec
viernes, 18 de septiembre de 2020
La leyenda del Domuyo - Aporte de Félix
Existe en el territorio de Neuquén un cerro llamado Domuyo. Los descendientes de los araucanos no se arriesgan a escalarlo y estiman que quien se atreva a hacerlo se expone a una muerte segura.
Por boca de Guinechén o Gnechén, un machi (hechicero) supo que en la cima del cerro Domuyo estaba encantada una joven hermosísima, custodiada por un toro colorado y un caballo oscuro. Aquel, encarnando un espíritu tenebroso, hacía despeñar las piedras sobre los que intentaban acercarse y éste desataba el viento y las tormentas. La joven había ido por oro (pues en la cima hay una mina) y había quedado encantada por los genios de la Montaña.
Enterado de la revelación, un valiente cacique ofreciose escalar el cerro, romper el encantamiento y rescatar a la joven. Pero ni bien puso los pies en las sagradas faldas del Domuyo, fue blanco de una lluvia de piedras sonoras. Después, piedras enormes que formaban los flancos del cerro, amenazaban desplomársele encima. No lo hicieron (dice la leyenda) por la especial protección de Hualichi, a quien había invocado y Guinechén que le había dado su asentimiento.
A cada paso arreciaban las piedras, y de pronto vio en la altura un caballo negro, y detrás el viento y la tempestad. La nieve y las ráfagas heladas le impedían continuar; se arrodilló y pidió a Guinechén le ayudara. En el acto cesó el temporal y las piedras dejaron de caer. Subió por un sendero y llegó a una laguna de aguas límpidas, donde oyó una voz que le susurró:
—Calla y pasa...
Al volver los ojos se encontró con la hermosa joven encantada, sentada sobre una roca de oro. Quiso tomarla del brazo para arrancarla de manos de sus guardianes, pero en el acto apareció el toro colorado dispuesto a embestirlo. Ante tan temible rival, optó por seguir su camino. Todos los senderos contiguos a la laguna estaban rodeados de aúreas piedras que brillaban con cegantes resplandores...
Meditó un largo rato, y resolvió regresar, pero antes deseaba llevar un trozo de oro y alargó la mano para recoger un fragmento. Ni bien lo hizo, una lluvia de piedras cayó sobre su cabeza dejándole sin sentido, mientras oía a su alrededor voces que lo maldecían y risas satánicas...
Cuando despertó un anciano se le presentó y le dijo:
—Este es el camino. Vuelve con los tuyos y no digas nada. Si revelas el secreto de lo que has visto morirás...
Pero el cacique, demasiado valiente, reveló el secreto a su gente que decidió realizar una expedición llevándolo por guía. No pudo ser. A los tres días el cacique murió aconsejándoles que no intentaran llegar a la cima encantada. Y a los tres días subsiguientes murieron todos los que iban a realizar la expedición.
Desde entonces nadie más, nunca, osó escalar el cerro sagrado del Domuyo.
La montaña energética - Norma
Alguien me dijo que unos hermanos vivían en un campo, por la zona de Córdoba, en un pueblo llamado Quebracho, y eran vecinos de un cerro al cuál llamaban "la montaña de la teta" porque la misma en la parte superior tenía la forma de un seno de mujer. La misma era muy energética.
Siguiendo mi impulso, subí al auto llena de expectativa, rodando por las rutas, amiga de la libertad.
Como ya dije Quebracho es un pequeño pueblo. Cuando llegué al campo bajé del auto y abrí la tranquera, luego de cerrar la misma, conduje por un sendero con espinillos, retorcidos caldenes salpicando el seco camino con verbenas de varios colores, que ponían distancia de las tunas de fuertes espinas que en ese momento estaban cubiertas de flores amarillas. Las rubias vacas charolais me miraban pasar, mientras lamían los bloques de sal.
Llegué hasta el molino dónde me estaban esperando los tres hermanos Ada, Ana y Paulino, que vivían en una casa opaca por el tiempo. A pesar del verano, la mañana estaba fresca, el sol tardaba en salir porque tenía que bordear el cerro, pero el limpio cielo anunciaba un día muy hermoso totalmente despejado , luego de unos mates, bastante conversados, tomamos el sendero que allí se inicia, Paulino me iba diciendo que había que pedirle permiso a la montaña para caminar por ella. La misma (según me dijo) era un campo energético que usaban ellos para sus sanaciones y que los portales los abrían de adentro hacia afuera. Paulino llevaba unas varillas para medir la energía de las mismas (me hizo acordar a Josué que con una rama que tenía la forma de horqueta encontró agua en pleno desierto, según el viejo testamento).
Me senté en una piedra atachada con forma de banco, de cara a la montaña. Para mi asombro, las varillas empezaron a girar cual molinillo. No sé si los portales se abrieron, pero a mi vista el campo se transformó, era como más verde, luminoso, el viento tenía una suave brisa refrescante, sentí canturrear el agua sin que hubiera un río cerca, Paulino me dijo que alrededor mío giraban pequeñas esferas de colores.
Aparentemente, me dio resultado la visita a la montaña, no sé si por el paisaje tan tranquilo, el silencio, las esferas, salí muy renovada, le agradecí a la montaña y desandamos el camino. El sol iba cerrando los párpados y emprendimos el regreso, acompañados por el trinar de los pájaros, el sonido del pasto, producido por algún bichito que se escondía a nuestro paso, escuchamos el ronroneó de un gato montés.
Me despedí de los hermanos, abrí la tranquera subí a mi auto, llevándome la Paz...y volví al bullicio mundano, aunque no sé por qué, más renovada.
El pozo de las ánimas - Mirta
En la región de Malargüe (Mendoza) existen un par de depresiones en el terreno llamadas geológicamente dolinas, producidas por filtraciones en el terreno, sus aguas tienen grandes profundidades.
La leyenda que gira alrededor de estas depresiones es la siguiente:
Se cuenta que en cierto tiempo dos tribus indígenas se encontraban enfrentadas. Cierto día comenzaron a combatir y una tribu comenzó a perseguir a la otra, los gritos eran ensordecedores, hasta que de pronto se fueron acallando. Los perseguidos se asombraban de que sus perseguidores hubieran ido silenciando sus voces.
Cuando las luces del amanecer se lo permitieron, volvieron sobre sus pasos y lo que vieron y oyeron los dejó espantados. El terreno había cedido y se había tragado a los perseguidores que se hundían en el agua entre gritos y lamentaciones.
A veces se oye el silbido del viento y parecen lamentos, por eso se ha dado en llamar al lugar “el pozo de las ánimas".
La leyenda de la laguna de la niña - Abelardo
La laguna se encuentra en Mendoza. Cuenta la leyenda que Elcha era una bella jovencita que pertenecía a una tribu de la zona; dicha tribu estaba siempre en beligerancia con otra tribu del lugar. Elcha en la lengua indígena significa "espejo”. Elcha era hija del cacique de la tribu.
La joven bellísima y un apuesto guerrero de la tribu estaban profundamente enamorados, por supuesto este amor lo mantenían en secreto. Cierto día, la hechicera aconsejó al padre de Elcha que para evitar las luchas con la otra tribu era conveniente casar a Elcha con el hijo del otro cacique para establecer una alianza y terminar con los ataques.
Un día antes de la boda, le informaron a la muchacha la decisión, esta se angustió y se lo contó a su enamorado, por lo que decidieron huir. Se avecinaba una fuerte tormenta y los jóvenes huyendo por el camino pedregoso, se dieron cuenta de que habían perdido el rumbo. Entre relámpagos, alcanzaron a ver a los guerreros de ambas tribus que estaban por alcanzarlos y, al frente de los guerreros, estaba la hechicera.
De pronto, el camino terminó abruptamente y frente a ellos lo único que vieron, allá abajo, fue un espejo de agua: se tomaron de la mano y se lanzaron al vacío. Llegó la hechicera y se asomó para ver y en ese instante, un rayo cayó sobre ella y la petrificó.
Hoy los que visitan el lugar pueden ver la piedra en la que quedo convertida la hechicera y si se asoman al espejo de agua de la laguna podrán ver la figura de Elcha.
El coludo humahuaqueño - Adriana V
Cerros rojos, marrones, naranjas, ocres, verdes, grises y amarillos. Vetas policromáticas. Un tajo fértil de pastos, flores, árboles y sembradíos a sus pies. Algunas cabras y corderos y también burros y caballos. Gente: campesinos, lugareños. Sus casas de ladrillos de adobe, sus huertos, corrales y hornos de barro. Mucho sol, simpleza y alegría, inocencia. Ancestralidad. La Quebrada.
Humahuaca reúne a sus habitantes de piel color cobre, baja estatura, cabello renegrido tieso y tamaña cultura ancestral alrededor de tradiciones, sikus, bombos, historias y botellas. El alcohol y los bailes, sin coherencia alguna, los convoca quince días antes del comienzo del Carnaval tan esperado. Tan solo los hombres, aglutinados, festivos y desenfrenados con cascabeles, máscaras, charangos, transpirados, sucios y borrachos se entretienen. Serpentinas, cigarrillos, coca mascada, más y más alcohol…Compadres alegres, sin conciencia, beodos, coloridos y entalcados festejando y olvidando penas. Vapor, vahos, sonidos autóctonos y familiares. Gran reunión de hombres laboriosos, cuarteados por el sol, el viento y el sufrimiento de la vida diaria.
Un changuito curioso de carita paspada los espía desde muy cerca sin ser visto. Escondido tras arbustos espinosos, escucha y trata de desentrañar que es lo que está ocurriendo. Entre asombrado y asustado de lo que mira y oye se suma el recuerdo de lo que todos los años para este tiempo, se cuenta en su casa. Los relatos de sus padres y abuelos concurren a su memoria. Así asocia el descontrol que baila delante de sus ojos con la voz de su abuela que alguna vez le contó que en marzo todos suben al cerro polvoroso, color harina, con un muñeco andrajoso a enterrar el Carnaval una vez terminado el festejo.
La curiosidad y la osadía de su inocencia lo poseyeron y rapidito enfiló sus alpargatas viejas para Breñas Blancas a buscar el muñeco. El polvo fino e inmaculado del camino fue tiñendo su calzado y su ropa y con un poco de esfuerzo llegó a la cima. Allí se santiguó frente a la Virgencita que lo esperaba y le pidió el favor de que lo guiara hasta el hoyo donde estaba dormido el tesoro que andaba buscando: el Coludo.
Ella se apiadó de su corta infancia y guiñándole un ojo cielo, le señaló el lugar. Agradecido, el coyita, les dejó una silvestre flor a sus pies y rumbeo apurado. ¡Ahí era seguro! Viejas tiras de papel colorido, desteñido y enroscado en una cruz, botellas vacías de esperanza y flores plásticas gastadas por el viento. Antiguos sonidos errando que lo invitaban a buscar. Con sus tiernas manecitas comenzó a cavar. El polvo blanquecino tiznó su cabello y su carita. ¡Sus ojitos profundos y azabache brillaban más que jamás! ¿Sería por el contraste o por la felicidad? Con sus uñas sucias y dedos lastimados tocó algo mullido. Sonaron cascabeles enfáticos y rabiosos. El pequeño quedó preso de alegría y sorpresa. Nada impidió que prosiguiera con el agujero. Al rato, un grave y perforante gruñido provenía del fondo. Un escalofrío potente le paró los pelos duros y le puso la piel igual que la de una gallina.
—¡¡¡¡Baaaastaaa!!!! Para allí ¡¡¡¡Ya no sigas!!!! —le advirtió un sonido feroz.
Pero el niño no hizo caso.
—¡Ya no máaaas! Todavía no es tiempo de despertar de mi sueño. ¡¡¡Frénate ahora mismo!!! —añadió la voz enojada.
Sin seguir las indicaciones y con más curiosidad continuó con su trabajo. Hasta que desde lo profundo del hoyo se exteriorizó un viento fuerte, algo de rayos, polvo y energía. Emergió el torso de una silueta extraña hecha de telas rotasde múltiples colores cansados por el tiempo. Rugiendo, gimiendo y gritando apareció el mismísimo Demonio que había sido enterrado al finalizar el Carnaval anterior.
El pequeño trató de huir corriendo pero el Coludo lo atrapó de un brazo.
—¡QUÉ HAZ HECHO! ¡¿POR QUÉ ME HAS DESPERTADO?! ¡TE LO ADVERTÍ! NO DEBÍAS INTURRIMPIR MI SUEÑO —le reclamó inmediatamente el diablo.
El crío petrificado no podía articular palabra ni movimiento alguno. Sólo lloraba en poder del engendro que quería devorarlo de enojo.
—¡Ahora pagarás tu insolencia compartiendo el sueño conmigo!
Y sin más, se hundió con la guagua entre las garras junto a los rayos y la polvareda. El pozo se cerró, el viento se calmó y todo volvió a ser como antes, a la espera del tiempo del desentierro del Carnaval.
Dedicado a mis entrañables amigos de Humahuaca, a su tierra que tanto amo, a su gente y
a sus maravillosas costumbres que admiro, respeto y comparto.
La leyenda de la Laguna Brava - Zita
Cuenta la leyenda que había una laguna que por la falta de lluvia se secó. Los nativos rezaron a los dioses y estos les pidieron que les ofrenden a tres bellas jóvenes de la tribu. El cacique eligió a tres doncellas para el sacrificio. Las madres de las mismas lloraron formando nubes y así llovió por varios días llenándose la laguna.
Un día, aparecieron tres cisnes con sus cuellos negros y las madres vieron en ellas a sus hijas, consolándose de la pérdida. Desde entonces, siempre hay cisnes en la laguna. La misma queda entre Mar del Plata y Balcarce.
jueves, 17 de septiembre de 2020
Leyendas de piedras, cerros y lagos
EL NIÑO DE PIEDRA DE LA CUESTA DEL VIENTO
Dice que hace muchos años, vivía una mujer muy pobre que tenía cinco hijos, en este lugar que agora se llama La Cuesta del Viento. Dice que entós no se llamaba así, como agora.
Dice que esta mujercita no tenía más di un maicito para dar de comer a sus hijitos, y dice que los puchuscos \como dicen, po, ya 'taban llorando di hambre. Entós la mujer si ha puesto a tostar el máiz. Qui había puesto la callana al juego y 'taba tostando el máiz pa darle a los hijos y pa hacer cocho, y áhi si ha dau cuenta que le faltaba arena pa seguir tostando. Entós lu ha mandau al mayor, que vaya corriendo a la playa4 del río Jáchal, po, y le traiga arena, ligerito.
El muchacho mayor que era enteramente desobediente y mal mandau, nu ha queríu ir. Dice que li ha contestau mal a la madre y áhi si ha quedau. Y la madre 'taba desesperada porque se le quemaba el maicito, y li ha pedíu al hijo que vaya, que lo va a castigar. Y nada. Entós la mujer pa asustarlo lu ha maldecíu y li ha pegau con una caña. Dice que con la caña se pega a los bichos malos como la víbora, porque la Virgen li ha dau a la caña ese poder.
Dice qui áhi se ha formau un remolino de viento y lu ha levantau al muchacho y lu ha dejau en la parte más alta del cerro. Y áhi se ha convertíu en un niño de piegra, entero 5 al niño que Dios ha castigau pa que haiga ejemplo pa los niños malos con la madre. Áhi lo trujo el remolino y áhi lu ha dejau, pa siempre. Y nu es nada eso, es que ha comenzau a correr un viento juerte y caliente, que es el viento Zonda. Dice que todos los días, a la mesma hora que la madre lo maldició al hijo malo, empieza a zondiar. Y di áhi sale el Zonda, de esa cuesta del cerro ande 'tá el niño de piegra. Di áhi nace este viento tan malo, que casi no deja respirar. Por eso, po, se llama la Cuesta del Viento.
Mercedes Torres, 90 años. JáchaL San Juan. 1947.
La narradora es nativa de la región. Conserva, a pesar
de su edad, gran lucidez mental.
EL CERRO CHAÑI
El Cerro Chañi se enoja cuando desconoce. Diz que hace unos siglos, que ahí era Jujuy, y cuando llegó el día del juicio del deluvio, quedó cerro. Y la cumbre dehapareció. Y esa parte la llaman antiguo \ Y quedó como unas padercitas del pueblo de ante. Dicen que jue el deluvio. Y se ven muchas muestras de que han vivido antiguos, áhi. Y áhi era Jujuy en ese tiempo.
El Chañi se enoja cuando salen a cateo o a joder los bichos, las vicuñas. Entonce empeza a salir niblina, o hacer viento, o un rodado empeza a correr, o a salir temporal, o a nevar, y ya no deja subir. O él mismo empeza a soltar piedra. Debe tener mucha riqueza, y él cuida su riqueza. Es de otro mundo anterior.
Cuando empezan a subir o a joder, el cerro empeza a nevar y también viene otras ocasiones el viento blanco. Tiene que volverse la gente, ¡qué va hacer! Le viene dolor de cabeza, se descompone.
Dicen que la Cordillera también se enoja cuando matan las vicuñas.
Teófilo Churchuy, 39 años. Mina Aguilar. Humahuaca. Jujuy. 1958.
El narrador es minero y nativo de los cerros cercanos del
lugar. Es colla pero no habla quichua.
La leyenda alude a las ruinas de la población
prehispánica que ha existido en el cerro.
EL TORITO DEL LAGO LÁCAR
Aquí, en la playa, en la punta cerca 'e mi casa, sale de noche un toro de guampitas di oro. Sale y corre en Tagua.
Se oye un gran ruido lo que él anda retozando. Brama y hace más ruido cuando va a ser un invierno muy nevador. Mi esposo lo vio. Dijo qu' era un animalito negro. No tiene uñas, como las vacas; tiene como las patas de un ganso. No deja señas en la playa porque no sale del agua. Ese año que lo vio mi esposo, qu' era el cacique de esta tribu, jue muy nevador. Se nevaron y murieron todos los animales. Quedamos a pie.
Teodora del Carmen, viuda del Cacique Abel Curruhuinca, 50 años.
Quila Quina (sobre las márgenes del Lácar). Neuquén. 1952.
La narradora es la Cacica de la comunidad indígena, cargo heredado
del marido. Es mestiza, de familia chilena.
viernes, 4 de septiembre de 2020
Don Mejía - Adriana V
Contaba mi bisabuelo Gumersindo que, allá por 1859, se instaló por la zona oeste del Gran Buenos Aires el ferrocarril, un gran acontecimiento que cambió el destino del paraje. Una zona de extensos campos y llanura, que a su paso, se fueron subdividiendo y parcelando, permitiendo así que de a poco se poblara el lugar. Allá por 1900 las manzanas se llenaban de casas grandes con amplios jardines, almacenes generales, carnicerías, tiendas de forrajes, semillas...
Carros, carruajes y caballos dibujaban surcos por doquier permitiendo el traslado de gentes y mercancías. Lentamente iba acercándose el progreso. Una vez a la semana, tempranito a la mañana, un vecino de la localidad llegaba a la estación y se sentaba en el banco de madera a fumar un cigarrito mientras esperaba el tren. Puntualmente, haciendo estrepitar el silbato, los jueves a las nueve frenaba en la estación la locomotora bochinchera. Don Juan Mejía apagaba lo que quedaba del pucho con la alpargata de bigotes y se acercaba al vagón de carga de dónde bajaría su tesoro.
¡Flores! Flores blancas, flores rojas, flores amarillas y azules. Hojas verdes. ¡Laaargas y cortitas! Pimpollos apiñados y racimos generosos. Margaritas, dalias, calas y gladiolos. Tímidas violetas y ¡nomeolvides! Con toda esa maravilla en el carro, Don José se iba a acomodar el puesto para cuando vinieran a la compra caballeros para homenajear a sus amores y damas para adornar sus casas o cumplirle la promesa a la virgencita. Así es que por el lugar, comenzó a escucharse de boca en boca: los ramos de Don Mejía.
Con el transcurrir de los años, hoy, es Ramos Mejía. Y en el ambiente, cada vez que pita el tren al pasar por la estación, se esparce por el aire un aroma a flores.
Así se llama mi ciudad - Mirta
La historia de mi ciudad y el origen de su nombre se pierden en la nebulosa del tiempo. Los datos son confusos pero trataré de arrimar alguna certeza.
Los primeros habitantes de estas tierras sin lugar a duda fueron los aborígenes, en esta zona, los querandíes. Alrededor del 1580 Juan de Garay refundó Buenos Aires con un grupo de sus soldados y con algunos indios. Como era costumbre a aquellos que eran fieles al Adelantado eran beneficiados con un obsequio de tierras. Es así como el Capitán Juan Ruiz de Ocaña recibió parcelas que estaban sobre la Cañada de un arroyo que volcaba sus aguas en el río de las Conchas (hoy Reconquista). Estas tierras eran propicias para el cultivo de maíz y sobre todo trigo.
Estos lugares no tardaron en hacerse muy conocidos puesto que el camino real (hoy Rivadavia) utilizado para ir al norte pasaba por estas tierras: se lo denominaba la Cañada de Juan Ruiz de Ocaña. En la confluencia del arroyo y el río de las Conchas (hoy Reconquista) se instaló un molino harinero único movilizado con agua. Parece que el dueño del mismo era un tal Moran que algunos suponen derivó en Morón.
Vivía por ese entonces por estos pagos el Capitán Diego Morón y años más tarde su viuda le compró las tierras a Juan Ruiz de Ocaña y estos pagos pasaron a ser conocidos como la Cañada de Morón e igual empezó a llamarse el arroyo y toda la región. Como pasaba el camino real, en este lugar se instaló una posta donde se ofrecían caballos y bueyes de refresco para los viajeros, dadas las largas travesías que debían enfrentar.
No es seguro, pero es posible que también haya existido en la zona un fortín, dado el avance de malones. Cercana a la posta se había instalado una ermita dedicada a la Inmaculada Concepción, donde los viajeros se encomendaban a la Virgen antes de aventurarse en la soledad de la Pampa. Deriva de allí el nombre Nuestra Señora del Buen Viaje a nuestra iglesia matriz.
Otra de las posibilidades del origen del nombre de Morón tiene que ver con que al parecer los primeros pobladores del lugar eran originarios de Morón de la Frontera en Andalucía.
No hay muchos documentos que indiquen por qué estas tierras pasaron a llamarse Morón, son todas débiles versiones, máxime si pensamos que el significado de Morón es montecillo o montículo y estas tierras son llanuras.
Nombre de lugares - Abelardo
Nací en Puan, provincia de Buenos Aires y desde recién nacido viví en Avestruz por ocho años. Esta pequeña parada ferroviaria debía su nombre a esas aves grandes y corredoras, las avestruces, que había en gran cantidad en el lugar.
Esta parada ferroviaria era utilizada para cargar cereales en grandes galpones. En esa época las semillas eran embolsadas y esperaban bajo techo y cuando los galpones no bastaban se apilaban en la playa del ferrocarril cubiertas con grandes lonas. Todo esto lo tengo presente porque mi padre era recibidor de cereales y en casa tenía su oficina donde contrataba y pagaba a los peones.
La nuestra era una comunidad muy pequeña: la estación con la casa del jefe de estación, un almacén de cada lado de la vía, la escuela con 20 alumnos de diferentes grados, con la Srta. Nélida a la cabeza, y en un extremo de la playa del ferrocarril, el destacamento de policía, con un oficial y su familia. Había también un viejito muy hábil en el trenzado de cueros para rebenque, lazos y monturas.
En realidad éramos como una familia, nos reuníamos para las distintas fiestas en las que participaban los chacareros de los alrededores. La maestra vivía en mi casa y aprendía a tejer y a coser con mi mamá.
Hoy de aquel Avestruz que vio mis primeros años, no queda nada, ni los rieles del ferrocarril, sólo sobrevive un enorme tanque que almacenaba el agua para las locomotoras y que seguro es el único testigo de las carreras de las avestruces que seguro han sobrevivido a la pequeña parada ferroviaria a quien dieron su nombre.
Ciudad de Castelar (leyenda) - Lidia
A fines del siglo XIX, principios del XX, los residentes acaudalados de la Ciudad de Buenos Aires comenzaron a buscar hacia el oeste, a 22 km, casas de campo, con el fin de ser lugar de descanso. Esas tierras, al comienzo, fueron regaladas, luego vendidas, comenzando por 1673 a realizarse un lento proceso de fragmentación. Ocupadas por ese entonces por terratenientes unitarios, su superficie era la extensión de la creciente localidad de Morón que lindaba con Puente Márquez.
Juan Manuel de Rosas ordenó a ser usadas para la caballeriza del ejército federal. Se la llamaba Loma Verde, se percibía como un paisaje calmo, espacioso, arboleda tipo monte, clima libre, justo para escapar de los calores sofocantes, atardeceres sombreados y placenteros, con la estratega puesta del sol.
Fueron surgiendo quintas amplias y confortables como Villa Eduarda, La Carolina, La Elvira, El Águila, San Antonio, Las 5 torres, pero las más destacadas eran Victoria Farm, ubicada en el sur de la zona. Su dueño, Estanislao Zeballos, distinguido diplomático e intelectual, se había instalado ese verano con su familia, padre de cuatro hijos varones. Y el diferente Castillo Ayerza, situado hacia el norte (hoy es parte del Instituto Inmaculada), en esta finca de campo se la compartían la familia Ayerza de repetida profesión de médicos con seis hijos, cuatro mujeres y dos varones.
Para el centenario de la Revolución de Mayo, en mayo de 1910, la Infanta Isabel de Borbón llegó hasta la Finca Victoria Farm, acompañada por el Presidente José Figueroa Alcorta y por uno de los hijos de Estanislao, Santiago, joven alto y muy buen mozo quien había cursado estudios de agronomía en España.
Ante la noble visita, se realizó en la residencia, una fiesta imponente y majestuosa en la cual todos lucieron sus mejores galas. Carolina, la hija mayor de los Ayerza, joven, de fina y esbelta belleza, aceptó la invitación de Santiago al baile. La noche se fue deslizando armoniosamente. Entre vueltas y cortejos sus cuerpos intuían la autenticidad de un amor correspondido, sus miradas se buscaban insaciables e impacientes.
Dicen los que saben de tradiciones, que en la ciudad hubo otra historia de amor secreto entre un primo de Carolina y una prima de Santiago que no por falta de pasión, sino por esas pruebas de la vida, fue un amor que duró lo justo para que lo vivido se transforme en cautiva soledad de uno de los amantes. Los jóvenes, separados por una línea férrea, decidieron verse. Se citaban en el lugar donde luego se levantaría el primer templo católico. Ella iba acompañada por su fiel ama Elvira y don Plácido, peón leal que conducía el sulky.
El enamorado llegaba montado en su caballo, y mientras los jóvenes despertaban sus suspiros y platicaban, Elvira recogía flores silvestres y ramas para embellecer el jarrón del salón principal. Ya no había dudas, el amor era un homenaje profundo a la esperanza y sabían que compartir sus vidas era abrazar lo posible, convencidos de sus sentimientos. Esta era la consagración que sellaba la historia de amor inconcluso de sus primos.
Ambas familias eran muy influyentes ante las autoridades, traían progreso a la zona. Ya circulaba el ferrocarril: se ideó la estación, se instaló el alumbrado público y se realizaban actividades aeronáuticas con fines militares, comerciales y deportivas. Las tierras eran pródigas para cultivos de hortalizas, ganado vacuno y ovino.
Faltaba el pedido de mano y fue concedido. Carolina y Santiago se casaron y decidieron vivir en Castelar, así se llamó a la estación km 22, en homenaje a Emilio Castelar y Ripoll, un joven escritor liberal, por decisión de Estanislao que cedió este honor. Fueron muy felices, tuvieron ocho hijos cuya descendencia pobló aún más la ciudad. Santiago se dedicó a cultivar en zonas vecinas y a criar ganado.
En 1971, Castelar, con 70.000 habitantes fue declarada ciudad.
El nombre de mi pueblo - Rosa
Allí estaba, en el altillo, ese cuaderno o montón de hojas atadas con hilo sisal, en una caja marrón entre fotos, cartas y revistas de hojas amarillas que mi papá guardaba y nunca habíamos visto. Eran de su padre, mi abuelo nacido en 1885 en Ituzaingó y alumno de la primitiva Escuela Número 6 que tuvo otros nombres y direcciones diversas. En el cuaderno había cuentas, oraciones, el Cabildo sin mutilar dibujado por hábiles manos y, de pronto, la historia del pueblo, que antes se llamaba Santa Rosa, y la del otro pueblo, el correntino, que le dio nombre al pueblo por la batalla. Y por supuesto, la leyenda.
Con un café y algunas lágrimas nostalgiosas, comencé a leerla. La historia había sido escrita por el italiano Bernardino Valle, que había llegado al país en 1850 y dedicado al comercio por los ríos interiores, en particular por el Paraná. El destino hizo que se enamorara de Luisa y trocara su carrera de marino por la agricultura. En esa época había en el pueblo guaraníes amigables, uno de los cuales le contó la leyenda que dio nombre al lugar. Mi abuelo, Juan José Luque, que ahora tendría 135 años, escribió esto:
Leyenda de Arami y Katú
Muchos años atrás había dos tribus antagónicas que se disputaban el derecho a la tierra, pero no contaban con el hecho de que la bella Arami y el valiente Katú de ambas tribus, se enamoraran. Se veían a escondidas en un bosque hasta que fueron descubiertos, castigados y encerrados. Con mensajeros cómplices deciden escapar pero no contaban con que el camino tenía un escollo desconocido. Las familias de ambos jóvenes comenzaron a buscarlos siguiendo el único recorrido posible que finalizaba en un risco alto y escarpado. Al llegar allí, Arami y Katú se asomaron y notaron que la altura era por lo menos de treinta metros y descendía hasta un terreno seco y pedregoso e imposible de saltar. Los familiares de los jóvenes, de tribus guaraníes enemistadas, se acercaron pero los enamorados prefirieron la muerte y saltaron. Los dioses estaban de su lado y en el momento de hacerlo una catarata de agua los deslizó milagrosamente hasta una llanura suave. Agua abundante y cantarina que salvó el amor. Los padres decían “Ituzaingó los salvó”, o sea, la catarata . Desde ese momento el pueblo correntino tiene ese nombre. Allí se libró la batalla en que las Provincias Unidas vencieron a tropas brasileñas. Años después, en 1872, se creó nuestro pueblo al que llamaron Santa Rosa y que más adelante se cambió por Ituzaingó, para honrar a los valientes ganadores de Corrientes.
Todo esto fue escrito por mi abuelo, sin faltas de ortografía.
Nombres de lugares - Mónica
Mi bisabuelo, un hombre de campo sabio y taciturno, solía contarme historias y relatos acerca de motivos que generalmente tenían que ver con la naturaleza. Amaba las plantas, las verduras y las frutas. Un día me contó cómo había surgido el nombre de Morón, nuestra querida ciudad, antes pueblo.
Su relato empezó así: En este lugar, antaño todo campo, había unas aras de caballos. Era este un pueblo sin nombre. Para referirse a él los pobladores lo llamaban La cabaña". Pero un día ocurrió algo inédito. Entre las plantaciones había una planta enorme de moras. Moras de las luces, hecha de granitos pequeños y sabrosos. Sin embargo, una mañana, debajo del árbol apareció una mora gigante.
Pasó un campesino y dijo "Uh, que morón, jamás he visto algo así". Y el fenómeno fue pasando de boca en boca. Hasta que en un momento, uno de los pobladores, a quien le encantaban las palabras dijo:
—Hermosa palabra morón. ¿Qué les parece instituirla como nombre de este, nuestro pueblo?
La votación fue unánime.
Leyendas de nombres de lugares - Salta
Tres versiones acerca del nombre de Salta:
EL NOMBRE DE SALTA
De cuando era niña he oído que se ha llamado Salta a este lugar porque cuando vinieron los españoles había tantas zanjas y manantiales, que tenían que saltar para pasar por aquí, a cada paso que daban. Era el lugar de salta por aquí y salta por allá. Y también salta y salta, que al fin ha quedado salta. Con el tiempo se han hecho los tagaretes x para que corra el agua. Tres ríos cruzaban y se juntaban en el Río Juramento. El río Arias lleva el nombre de José Antonio Arias, que hizo su casa en donde están las Carmelitas, que se llamaba la Quinta Grande. Se desvió el río por donde se llama el río Arias. El lugar que se llamaba Puente de Palo, ahora se llama Arenales, sobre el Río Arenales. Debió existir ahí hace muchos años un puente primitivo. Cuando los temblores, se decía:
La leyenda
La leyenda popular tiene características propias. Lo común es que los mismos narradores la identifiquen. No la confunden ni con el cuento ni con la anécdota. Su condición general, la de ser explicativa, la relaciona con la realidad y con la fantasía, con el conocimiento tradicional y con la creación ética y estética del pueblo. No tiene la complejidad del cuento propiamente dicho; su motivo esencial es unitario, pero está unido a elementos que lo embellecen, le dan relieve y a veces sentido especial. La leyenda explica al pueblo las características llamativas del ambiente, el porqué de los nombres que designan aspectos singulares del paisaje y de las cosas, las causas que dan formas y condiciones a los animales, las plantas, los astros y la atmósfera de su tierra; el origen y la razón de los conocimientos heredados, de sus creencias religiosas, de los héroes y los genios que pueblan su credulidad y sus supersticiones. La leyenda popular, en comparación con el cuento, ha sido poco estudiada. Los más eminentes folkloristas de nuestros días demuestran gran interés en su estudio y en su clasificación. Falta, sin duda, un católogo como el que tenemos de los cuentos. En reuniones científicas y en congresos se ha tratado el tema, en Europa. La Comisión de especialistas designada en el Congreso que se reunió en Budapest en 1963, convocado por la Internacional Society for FolkNarrative Research llegó a un acuerdo en el trabajo que se le encomendó: aconsejar una clasificación de las leyendas basada en las proposiciones presentadas. Así se propuso una Clasificación Internacional que comprende 4 grandes grupos de leyendas:
I. Leyendas etiológicas y escatológicas.
II. Leyendas históricas y leyendas histórico-culturales.
III. Seres y fuerzas sobrenaturales. Leyendas míticas.
IV. Leyendas religiosas.
Estos grupos tienen subgrupos que explican la amplitud de cada uno.
El trabajo de Vidal de Battini mantiene los capítulos en que ya tenía organizado el material, pero en cada caso indica, en una nota, el Grupo de la Clasificación Internacional al que corresponde. Algunas leyendas pueden ser clasificadas en más de un Grupo.
En el volumen VII de su trabajo figuran:
1. Leyendas de lugares y de nombres de lugares.
2. Leyendas de piedras y de cerros.
3. Leyendas de lagos y de ríos.
4. Leyendas de la ciudad perdida.
5. Leyendas de tapados, entierros o tesoros.
6. Leyendas de plantas.
7. Leyendas de animales.
8. Leyendas del cielo.
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